🌞 ¡Hola! 🌞
¿No te parece muy loco que ya en una semana empezamos el tercer mes del año? Intento no pensar demasiado en eso, pero sin duda el paso del tiempo se está haciendo cada vez más rápido.
Hoy no quiero tener un preámbulo demasiado largo porque el tema de esta edición me interesa mucho. Este mes quiero que hablemos del segundo problema de salud mental más frecuente: la depresión.
Para los curiosos, el primero es la ansiedad. Pero eso lo dejamos para una futura edición.
¿Vamos? ✍🏼
📝 “Escribir sobre la depresión es doloroso y triste, una actividad solitaria que implica enormes tensiones”
Para el mail de hoy decidí leerme un libro completo: El Demonio de la Depresión de Andrew Solomon. Tenía todo el sentido del mundo para mí complementar mi experiencia personal con información verificada de un libro que, además, fue finalista al premio Pulitzer.
Pero no pude prever lo que iba a pasarme, y te lo cuento en un intento de advertencia y trigger warning: los contenidos de hoy quizá activen partes de ti que no quieras revivir o traigan recuerdos dolorosos. Lee con discreción y por favor, sal del mail si comienzas a sentirte mal. Aquí voy a estar el mes siguiente con otro tema. Prometido.
No terminé el libro. Lo que leí fue suficiente.
🧠 Entender la depresión como trastorno no es tarea fácil. Hay literatura, películas, documentales, libros, estudios, reportes y muchísimos expertos que a lo largo de los años se han encargado de estudiarla. Y sin embargo, no podemos hablar de ella como algo que todos vivamos igual, presentando exactamente los mismos síntomas y con una causa clara y evidente desde el primer momento.
Épocas antes de la neurociencia moderna, un clérigo y erudito inglés, Robert Burton, escribió un ensayo (hoy en día considerado obra capital de la literatura inglesa) llamado “La Anatomía de la Melancolía”. Burton tuvo su primer episodio depresivo cuando era un adolescente, pero el término “depresión” como lo conocemos hoy no existía para entonces porque la salud mental tampoco era un concepto clínico para la época.
Burton describió su tristeza como una melancolía que lo dejaba con “un corazón pesado y una cabeza oscura”. De hecho, sus episodios eran tan debilitantes que le costó una década terminar sus estudios en la Universidad de Oxford. Su vida de clérigo lo protegió de los “problemas y tumultos del mundo” y del aislamiento en monasterios nació la “Anatomía de la Melancolía” (subtitulada: “qué es, tipos, causas, síntomas, pronósticos y curas para ello”).
Años anteriores a Robert Burton, filósofos como Séneca ya hablaban de ansiedad (antes de que se le conociera como tal), y todo este contexto te lo doy porque tenemos que entender que para hablar de depresión no existe el blanco o el negro, sino los matices. Y yo quiero situarme desde esos matices para hablar de ella.
Pero antes, vamos a intentar darnos una base sobre la que pararnos para empezar:
📉 En datos 📉
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la depresión como “un trastorno de salud mental que se caracteriza por una tristeza persistente y una falta de interés o placer en actividades que previamente eran gratificantes y placenteras”.
Aquí hago un paréntesis importante:”se convierte en un trastorno cuando es lo suficientemente intensa como para interferir con el funcionamiento normal de la persona”
Andrew Solomon arroja en su libro una definición que me pareció un poco más humana: “Es la soledad interior puesta de manifiesto, y destruye no solo el vínculo con los otros, sino también la capacidad de sentirse bien con uno mismo”.
La depresión puede comenzar a cualquier edad. Sí, incluida la infancia.
Las mujeres somos más propensas a ella y en personas mayores, algunos de los síntomas pueden parecerse a los de la demencia.
No es unicausal. De hecho, aparece por diferentes aspectos: hereditarios, acontecimientos dolorosos, cambios en niveles hormonales, efectos secundarios de medicamentos, entre otros.
La depresión se diagnostica según los síntomas que el paciente reporta.
Entre sus tipos están:
Trastorno depresivo mayor
Trastorno depresivo persistente (distimia)
Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (TDDEA)
Trastorno disfórico premenstrual (TDPM)
Trastorno afectivo estacional (TAE)
Para más información sobre los síntomas específicos de cada uno te recomiendo consultar el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Los expertos tienden a tratar la depresión con antidepresivos y psicoterapia. Pero no son las únicas formas de tratamiento. Para muchos, las terapias holísticas y prácticas espirituales también son de gran ayuda.
📝 “Para ser criaturas que amamos, debemos ser criaturas que nos desesperamos por lo que nos perdemos, y la depresión es el mecanismo de esa desesperación”
A este punto está claro de que para hablar de la depresión, deberíamos situarnos desde lo personal. Y no, no digo que necesariamente hayas tenido que pasar por un episodio o ser diagnosticadx para hablar de ella. Me refiero más bien a dar espacio a quienes la han experimentado de contar su propia vivencia y quizá así, nos acerquemos más a entenderla. Al menos eso fue lo que decidí hacer yo.
Conversé con tres personas que quisieron contarme su experiencia con la depresión y los relatos no solo fueron dolorosos y vulnerables, sino también llenos de valentía. Te comparto la versión condensada de cada uno:
Eva Mujica
Tenía 23 años cuando recibí el diagnóstico oficial de que tenía depresión. Empecé a sentir esa tristeza que es más que una tristeza en el 2013 y terminó de quedarse en el 2017. A mi papá le diagnosticaron cáncer cuando estaba por terminar el colegio y por supuesto eso contribuyó a mis niveles de estrés porque es ver cómo una persona que quieres comienza a deteriorarse y era llegar a término con la realidad que iba a vivir.
Luego empecé la universidad y con ella, una relación romántica que terminó siento muy tóxica. Ya en esa época yo me sentía muy mal pero el momento más duro fue cuando mi papá falleció. Entonces me di cuenta de que no tenía motivación para hacer nada, salía con gente porque estaban cerca, pero no porque me identificaba con ellos, hacía las cosas por inercia. En ese momento no pensé que era depresión.
Mi mamá en 2017 fue quien me dijo que pensaba que estaba deprimida por la forma en que me veía: todo el tiempo triste, sin motivación, súper volátil, etc. Conseguimos a una psiquiatra y psicoterapeuta y estuve dos años con terapia y antidepresivos. Eso te ayuda a salir del hueco y ya luego ves cómo manejar eso de la mejor forma. Yo ahora no estoy deprimida pero se me hace fácil caer en episodios depresivos. Ahorita veo que pude salir del hueco y aprendí a evitar ese caldo de cultivo para tener un episodio depresivo. Claro que hay momentos en los que eso se hace difícil, pero al menos tengo herramientas. Antes no.
En el momento en el que me diagnosticaron oficialmente me sentí esperanzada porque pensé que sí podía salir de esa situación, me dieron ayuda y me dijeron qué cosas puedo hacer. Seguía triste y deprimida, pero entendía que había esperanza y una luz al final del túnel, pese a que pasaron casi tres años antes de volver a sentirme bien conmigo misma.
Valeria Pedicini
Se me hace difícil darle fecha de inicio concreta porque era algo que tenía dentro de mí desde hace tiempo y no había identificado. Sin embargo, sí recuerdo que comencé a sentirme mucho peor que antes cuando se cumplió un año de haber empezado la pandemia, es decir, marzo de 2021. Me sentía muy cansada, desanimada, tenía mucho tiempo sin salir ni ver a mis amigos y eso me afectó mucho porque yo tenía una rutina que se interrumpió de golpe. De hecho, dos meses después de haber empezado la pandemia en 2020 yo me quedé sin trabajo y eso fue para mí el fin del mundo. No sabía qué hacer porque en ese momento nadie estaba contratando a periodistas. Estuve ocho meses sin trabajar y sin ver a nadie, solo estaba con mi mamá y eso afectó mucho nuestra relación.
Conseguir trabajo me ayudó a sentirme mejor, pero igual cada vez me costaba más hacer cosas y me tardaba más haciéndolas, entonces comenzaba el ciclo de la culpa por no ser lo suficientemente productiva por estar triste pero estar triste por no ser productiva. Ya yo sabía que necesitaba ayuda pero no estaba en una posición económica cómoda para poder costear la terapia. Además, en mi familia hay un tabú grandísimo sobre la salud mental y no tenía a ninguna persona cercana que hubiese ido a terapia. Para mí era algo totalmente nuevo y ajeno.
Mi jefa se dio cuenta de que no estaba bien y me contó que pronto tendríamos un programa de salud mental en la redacción. Fue ahí la primera vez que estuve en terapia. Al principio pensé que íbamos a tratar solo temas relacionados al trabajo y la verdad es que no, hablamos de cosas personales. Luego de tres sesiones con el terapeuta, me dijo que yo necesitaba otro tipo de ayuda. Fue ahí cuando tuve una confirmación de que lo que tenía era depresión. Ese momento fue horrible. Me sentí culpable porque ¿cómo me dejé a mí misma llegar a ese punto? como si de verdad fuese algo que uno pudiese evitar. Fue doloroso y no sabía qué hacer.
Me remitieron a un psiquiatra y me mandó medicamentos porque estaba en un episodio grave de depresión y ansiedad. Ha sido duro porque no tengo apoyo de mi familia. Quizá si me hubiese sentido más apoyada, no me habría costado tanto ir a terapia.
Sin embargo, sí he sentido muchísima evolución en muchas cosas. Mis amigos y compañeros de trabajo siempre me apoyaron y eso también me ayudó muchísimo. Cuando no tienes ese espacio seguro en tu casa, es bueno darte cuenta de que estás rodeada de gente que te quiere, que se preocupa por ti y que de verdad quieren que estés bien. Además, encontré un sitio para mudarme y sé que va a ayudarme muchísimo. Es como el gran primer paso que estoy dando para romper muchos patrones que me han hecho daño con el tiempo.
Camila Feijóo
Tener depresión es el dolor no físico más fuerte que yo he sentido en la vida. De esa época, tengo muchos vacíos de memoria. Solo sé que todo el proceso empezó en el 2014 hasta el 2017, pero me diagnosticaron oficialmente en el 2015. En mi vida pasó algo muy triste y ahí comenzaron mis síntomas: no quería hacer nada, no estaba motivada, lloraba todas las noches, no quería hablar con nadie ni ver a nadie, yo solo quería dormir porque no sentía nada ni pensaba en la situación cuando estaba durmiendo. Sin embargo, yo no pensé que eso era depresión o que eran síntomas hasta que una persona me dijo que si seguía sintiéndome de esa forma por más tiempo, tenía que buscar ayuda. Yo pensaba que era algo momentáneo y que iba a poder sentirme mejor yo sola.
Luego de ese llamado de atención, empecé a darme cuenta de que algo estaba pasando: estaba muy irritable, no toleraba a nadie y eso es algo que nunca me pasaba. Un punto de inflexión para mí fue cuando una amiga muy cercana me dijo que estaba por reprobar cuatro materias de un semestre y yo siempre fui muy buena estudiante, entonces para mí no tenía sentido que estaba dejando morir mi carrera de esa forma. Además, ya estaba harta de estar triste.
Llamé a mi mamá que estaba fuera del país y le dije que yo no estaba bien y que ya no quería seguir pensando más. Me dijo que fuese a un psiquiatra que ya la había tratado a ella antes. Pedí una consulta, pero no tuve una buena conexión con ese psiquiatra y no me gustó para nada la experiencia porque no fue empático ni receptivo. No hablé de esto con nadie, solo se lo conté a una amiga.
Como tenía que sacar buenas notas en lo que quedaba de semestre, estuve muy ocupada y logré distraerme de esos pensamientos. Comencé a ocuparme muchísimo con varios trabajos en paralelo a la universidad para poder estar dispersa y no obsesionarme con los pensamientos. Funcionó por un tiempo, pero ya luego no más. Cuando me di cuenta de que me sentía igual y esas distracciones ya no estaban haciendo el mismo efecto, vi que no haber tratado los episodios depresivos antes habían traído secuelas a mi conducta. Comencé a tener muchos ataques de ansiedad y eran mucho más frecuentes, me volví súper insegura emocionalmente y cambiaba de humor drásticamente.
Fui voluntaria de un proyecto que unos estudiantes de psicología estaban haciendo en la universidad. Les conté todo y al final me dijeron que si volvía a sentir los síntomas tan fuertes, no iba a poder superarlos yo sola y era importante buscar ayuda. Ya para ese momento sabía que no iba a poder sola, pero la terapia es un privilegio que no todos pueden costear y yo no podía hacerlo en Venezuela.
Me mudé a Chile y la hermana de mi compañera de piso era terapeuta. En ese momento me sentía más cómoda con mis finanzas y decidí que quería que fuese mi psicóloga. Comenzamos a salvar mi cerebro. Fue la mejor decisión que pude tomar. Iniciamos en 2019 y me dio de alta el año pasado. Aprendí a conocerme, a entenderme, identificar mis emociones y patrones. La terapia requiere que pongas de tu parte y yo de verdad lo hice.
🔮 Te lo cuenta: Simón Abreu 🔮
Simón es licenciado en Psicología con una maestría en Psicología Clínica Junguiana y una formación en terapia Gestalt. En conversación con él, confirmé que es importante ver la depresión con matices y desde su formación, dio una perspectiva más intrínseca y simbólica de lo que nos viene a decir cuando aparece.
Nota: La depresión es estudiada desde diversas corrientes de la psicología y psiquiatría y no todas coinciden en tratamientos.
Hay episodios en la vida que pueden activar procesos depresivos y hay personas que no saben de dónde viene y eventualmente se deprimen. Parte del trabajo tiene que ver con poder mirar y abrir una actitud en la consciencia que permita incorporar lo que la depresión trae como una suerte de mensaje. Necesitamos poder ver la depresión no sólo como un conjunto de síntomas sino también como una experiencia humana que tiene un significado y que cumple una función en la regulación psíquica.
Mucha de la medicina moderna está orientada a hacer desaparecer el síntoma a toda costa, pero muy pocas veces nos preguntamos qué es lo que esos síntomas nos quieren decir. Cuando entra la farmacología en el proceso terapéutico es importante saber que el hecho de que los síntomas disminuyan, no quiere decir que el trabajo debe cerrarse.
Hay que ser compasivos con nosotros mismos y poder sostener, enfrentar y entender que hay dinámicas psíquicas ajenas y distintas al de la consciencia. Hay que aprender a tener un diálogo con otros aspectos de nosotros mismos y a veces la depresión puede ser una invitación forzada a desarrollar un vínculo con ellos. La depresión es un tirón hacia la profundidad de la psique y te obliga a ir hacia la sombra, hacia la zona oscura.
¿Cómo empezar a hacer las paces con esa ida hacia la sombra?
Educarse y reflexionar. Eso empieza desde lo personal y por supuesto continúa a procesos más largos como la implementación de políticas públicas. Hay que dejar de tenerle asco, sino educarnos en que el lado oscuro de la vida siempre está presente y no hay forma de que no te alcance.
Si nos hacemos la vista gorda con los síntomas y continuamos, tarde o temprano te van a parar. Nos enfrentamos a fuerzas que son más potentes que la voluntad de la consciencia. No tiene que ver con querer o no estar bien, sino con un proceso de educación y reconexión con nosotros mismos, porque ahora no tenemos un vínculo con lo espiritual y eso a veces desencadena una experiencia depresiva.
¿Cómo acompañamos a seres queridos que estén pasando por ese proceso?
✨ Es importante el ejercicio compasivo.
✨ No caer en el positivismo tóxico de decir que la persona no pone de su parte o no quiere hacer las cosas.
✨ Entender que la persona que esté pasando por ese proceso no quiere sentirse mal, no es algo que esté decidiendo por sí mismx.
✨ Aprender a quitar las exigencias y simplemente acompañar.
✨ Entender lo complejo del proceso y que quizá la medicación también traiga consecuencias.
✨ Tener mucha paciencia para poder transitar el misterio que es la psique humana.
✨ Ejercitar la escucha activa o acompañarlos en silencio para poder contener a esa persona.
✨ Si el cuadro dura demasiado tiempo es importantísimo buscar todas las alternativas posibles.
Si tú o alguien cercano a ti necesita ayuda psicológica, aquí tienes una lista de contactos a los que puedes llamar para recibir apoyo en Venezuela.
🌤️ Recomendaciones 🌤️
Te dejo con ✨ cositas lindas que me hicieron sentir bien y quizá a ti también ✨
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📱 La psicóloga experta en infancias, Irene Ladrón de Guevara compartió un decálogo para el uso respetuoso de redes sociales cuando tratamos temas como desarrollo, crianza y salud mental infantil.
🎵 Con el anuncio del tour mundial de Bad Bunny me hizo caer en escuchar YHLQMDLG sin parar todos los días. Como si hiciera falta una excusa para escuchar a Bad Bunny ¿no?
⛰️ Estos últimos meses he subido mucho montañas y coordinado excursiones de hiking con amigos. Las experiencias siempre han sido sanadoras (quizá no tanto para mis rodillas), así que esta es tu señal para que salgas más a la naturaleza.
Y con eso cerramos la edición de hoy.
Gracias por llegar hasta aquí. Como siempre: espero que decidas quedarte ✨👑
Hasta el mes que viene ❤️
-Francis Peña ✨